Objetivos
- Saber que Dios siempre cumple sus promesas.
- Aprender a no dudar de las promesas de Dios.
- Dios hizo un pacto con la humanidad a través de Abraham.
Antecedentes
Desde que Dios mandó salir a Abraham de la tierra en la que habitaba para irse hacia Canaan, Dios le había prometido en varias ocasiones que su simiente sería como las estrellas del cielo y las arenas del mar. Pero Abraham se iba haciendo anciano lo mismo que Sara su mujer. Por eso dudaron y Abraham tuvo un hijo de la esclava Agar al que pusieron de nombre Ismael.
Pero ese no era el hijo que Dios les había prometido y el cual serían benditas todas las naciones. Por ello, en el tiempo que Dios consideró adecuado, cumplió su promesa y les dio un hijo. De Isaac nacería Jacob y de Jacob las doce tribus de Israel y en una de éstas nacería Jesús. Y a través de Jesús, hijo del Dios Altísimo, serían bendecidas todos los hombres mediante su muerte expiatoria por
los pecados de la humanidad.
Para recibir las bendiciones de Dios hay que hacer como Abraham y los grandes hombres y mujeres que le siguieron: tener fe en Dios y en sus promesas, que son para siempre.
Aprende este texto superimportante: “Porque sin fe es imposible agradar a Dios, por que es necesario que el que se acerca a El crea que existe, y que es el galardoneador (el que premia) de los que le buscan» (Hebreos 11:6).
Lectura Bíblica
Génesis 22
Texto para aprender: Por la fe la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir simiente, y concibió aún fuera de tiempo de la edad, porque creyó en la fidelidad del que lo había prometido. (Hebreos 11: 11)
Historia
Ya ancianos Abraham y Sara concibieron un hijo según la promesa hecha por Dios muchos años antes, y le pusieron por nombre Isaac que significa risa, porque Sara dijo: Dios me ha hecho reír con el nacimiento de este hijo. Y ambos padres estaban felices.
Pero la esclava Agar e Ismael, el hijo que Abrahan había tenido con la esclava, se burlaban del pequeño y Sara le pidió a Abraham que los echara fuera de su casa.
Abraham no quería pero Dios le dijo que El los protegería y haría de Ismael un gran pueblo (los actuales árabes).
Efectivamente Agar e Ismael fueron puestos en el desierto con agua y algo de comida que pronto se acabó; Agar se alejó de su hijo para no verlo morir pero Dios la llamó y le dio la promesa de que El los guardaría; sólo entonces Agar vio una fuente de la que pudieron beber y Dios les proveyó de lo necesario para su subsistencia.
Isaac, el hijo de la promesa, crecía feliz. Sus padres le cuidaban con todo mimo así como todos los que le rodeaban. Todos sabían las extraordinarias circunstancias que se habían dado en el nacimiento de Isaac y daban gracias a Dios por ellas.
Pero un día Dios le pidió a su padre algo insólito: que le ofreciera en holocausto, en sacrificio, al hijo tan esperado, a Isaac.
Probablemente en aquellos tiempos los hombres daban a sus hijos en sacrificio a los dioses y Abraham aún no conocía las leyes que Dios daría más tarde; pero lo que si es seguro es que quizás se hizo preguntas como:
- ¿Por qué Dios me da un hijo para luego quitármelo?
- ¿No valía más dejarnos como estábamos con nuestro hijo Ismael?
- ¿Qué sentido tiene lo que Dios me pide?
Lo que si sabemos es que Abraham obedeció, y lo hizo inmediatamente. Por la mañana cogió a Isaac, dos siervos y unas mulas y con leña cortada se fue a donde Dios le había dicho.
De camino Isaac le preguntaba que a dónde iban, que qué iban a hacer, pero su padre nada decía: Sin embargo cuando le preguntó dónde estaba el cordero del sacrificio, el padre le contestó Dios proveerá.
Cuando llegaron al lugar adecuado, Abraham preparó el altar con la leña y ató a Isaac sobre la misma, cuando blandía un cuchillo sobre Isaac oyó una voz que decía: “No sacrifiques al muchacho pues ya he sabido que me amas, porque no has rehusado darme a tu amado hijo.
Y Abraham entonces vio un carnero cercano y lo sacrificó en el lugar de Isaac.
Y desde entonces Abraham es uno de los hombres que ilustran de manera perfecta, la fe más absoluta a la llamada de Dios.
En la historia de la humanidad Dios mandó sólo a Abraham un sacrificio semejante.