El profeta Elías, un siervo de Dios


Objetivo

  • Conocer cómo Dios hablaba al pueblo de Israel.
  • Entender que el pueblo de Israel no seguía a Dios.
  • Saber que Dios no quiere la idolatría.
  • Conocer que Dios es Todopoderoso para hacer cosas extraordinarias.

Antecedentes

Eran tiempos cuando el pueblo de Israel estaba dividido en dos grandes bloques: el reino de Judá y el reino de Israel y eran gobernados por reyes; algunos de estos reyes eran buenos y andaban en los caminos de Dios y otros eran perversos y volvían la espalda a Dios y seguían detrás de los ídolos y de otros dioses ajenos. No cumplían el primer mandamiento dado por Dios:

“No tendrás dioses ajenos delante de mi”.

En Israel hubo un rey llamado Acab que no siguió los caminos de Dios sino que adoró a Baal, le hizo altares y templo en Samaria. Se casó también con una mujer impía llamada Jezabel. También hizo una imagen a Asera, otro dios y reconstruyó Jericó a pesar de que Josué había mandado que no se hiciera (Josué 16:34).

Su maldad hizo que el Señor se enfadara
terriblemente con él.

En aquella época Dios hablaba a las personas a través de hombres o mujeres escogidos. Éstos eran fieles a las enseñanzas y trasmitían los mandatos de Dios al pueblo. Normalmente eran respetados, pero demasiado a menudo los reyes se irritaban contra el mensajero (los profetas) porque traían unos mensajes (órdenes) de parte de Dios que no era del agrado de ellos. Y los profetas sufrían y tenían que escapar para salvar su vida.

Elías fue un mensajero elegido por Dios y cuya fidelidad es reconocida por Dios mismo. Jesús mismo, refiriéndose a Juan el Bautista, comentó que fue un profeta aún más grande que Eliseo.

Lectura bíblica

1ª Reyes 17 y 18

Texto para aprender

No tendrás dioses ajenos delante de mi (Éxodo 20:3,4)

Historia

Elías le dijo al rey Acab que no habría lluvia en mucho tiempo. Poco después Dios le mandó ir a un valle donde iba a ser alimentado dos veces al día por cuervos y podría beber agua de un arroyo; y así fue. Pasado el tiempo se secó el arroyo pero Dios le mandó ir a Sarepta una población de Sidón (al NE de Jerusalén)

Elías en Sarepta

Cuando Elías llegó a Sarepta y como Dios había dicho, le salió al encuentro una mujer. Elías le pidió que le diera de beber y comer. La mujer, compungida, le dijo que no tenía más que un poco de harina y un poco de aceite, lo justo para hacer una torta para que su hijo comiera; luego se dejarían morir.

Elías le dijo que le diera la torta ya que el Señor había prometido que no escasearía ni la harina ni el aceite. Y efectivamente, mientras que Elías estuvo en la casa de la viuda, de la tinaja del aceite seguía milagrosamente manando aceite, y la harina tampoco disminuía. ¿Cómo ocurría eso? Solamente Dios con su gran poder podía hacerlo posible.

Pasado un tiempo el hijo de la viuda enfermó y murió; la madre desesperada recurrió a Elías por si podía hacer algo. Elías clamó a Dios para que le devolviera la vida al niño y después de acostarse sobre el niño hasta tres veces, éste resucitó. ¿Quién lo había hecho?, ¿Elías? ¡No! Dios había usado a Elías para manifestar su poder.

Elías y los profetas de Baal

El rey Acab seguía protegiendo a los profetas de Baal y adorando a dioses ajenos. Dios mandó a Elías para que desafiara a los sacerdotes
paganos.

Elías reunió en le monte Carmelo a 450 sacerdotes de Baal y les dijo que hicieran un altar, mataran un buey y rogaran a su dios para que quemara el sacrificio desde el cielo. Los profetas lo hicieron pero por más que gritaban, bailaban, se hacían sangre durante horas y horas, nada pasó.

Entonces Elías mandó arreglar el altar de Jehová, que estaba estropeado por la falta de uso, mandó echar mucha agua sobre el buey situado encima del mismo y oró a Dios.

“Dios de todo Israel, muestra tu poder a este pueblo para que conozcan que tu eres Dios y que tu quieres que ellos se vuelvan hacia ti y dejen los dioses falsos.”

Y Dios mandó fuego del cielo que consumió todo: el buey, la leña, el agua y hasta las piedras.

Y el pueblo gritó: ¡Jehová es el Dios! (El único) Y oró para que viniera lluvia y mandó al rey Acab que se marchara a otro lugar porque iba a venir una gran lluvia, y eso a pesar que no se veía ni una nube en el cielo. Pero Elías creía a Dios.

Y la lluvia llegó.

Eliseo y Jezabel

Jezabel, mujer de Acab, odiaba a Dios, y a todos los sacerdotes de Dios; y mandó matar a todos los que pudieran encontrar.

Eliseo, atemorizado, huyó al desierto donde sólo quería morirse. Pero un ángel de Dios le fortaleció y le dio de comer. Después de dormir y comer se fue al Monte Horeb (Monte Sinaí) donde se escondió en una cueva. Y oró a Dios y le dijo que tenía miedo porque nadie parecía respetar a Dios, a sus mandamientos, ni a los profetas.

Y esa noche hubo tormenta, fuego, viento. Pero Elías esperaba.

Entonces, el Señor le mostró que la presencia de Dios no estaba en las tormentas, ni en el fuego sino en la tranquilidad, en la paz.

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