Elías y Eliseo, un ministerio termina y otro empieza


Objetivo

  • Aprender que Elías y Eliseo hicieron grandes milagros porque Dios estaba con ellos.
  •  Conocer que Eliseo fue un buen discípulo de Elías, quien le enseñó a servir a Dios.
  •  Saber que Dios puede estar con nosotros como lo estuvo con sus siervos.

ANTECEDENTES

Ya vimos como el profeta Elías servía a Dios. El le obedecía e iba a decirle al rey Acab lo que Dios le manifestaba. También vimos el poder de Dios obrando a través de Elías. Elías predijo que no llovería y no llovió durante tres años; Elías dijo que no se agotaría la harina y el aceite de la viuda de Sarepta y no se agotó. Elías invocó a Dios para que mandara fuego desde el cielo sobre el altar del sacrificio y eso sucedió. ¿El poder venía de Elías? ¡NO! ¡El poder, todo el poder venía de Dios!

¿Entiendes eso? Cuando escuchas una música de violín ves que el sonido sale de un instrumento pero en realidad quien hace que suene el instrumento es el violinista, sin el cual no habría música. Así somos los hombres podemos dar buenos sonidos, buenos frutos sólo si Dios se encarga de capacitarnos para ello.

Elías fue un gran profeta, pero se iba haciendo viejo y Dios necesitaba un instrumento para seguir hablando a los hombres, porque si Elías moría, ¿no iba Dios a poder hablar a los hombres?

¿Podía Dios hacer que hubiera un hombre que hiciera las mismas cosas que Elías y aún más grandes?

Si, claro que podía, porque para Dios nada, nada es imposible. No olvidemos que Dios el TODOPODEROSO, que significa que tiene todo, todo el PODER.

Lectura Bíblica

1ª Reyes 19: 19-21; 2ª de Reyes 2:1-14; 4:1-37

Texto para aprender

“Y sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días” (Joel 2:28)

Historia

Llamamiento de Eliseo

Ya Elías era viejo; un día cuando pasaba por un pueblo encontró a un muchacho que araba el campo con 12 bueyes, Eliseo; le puso su manto encima, lo que era una invitación a seguirle y aquel se despidió de su familia y le siguió. Desde entonces se dedicó a prender del gran Elías.

Elías es arrebatado por un carro de fuego

Pasado un tiempo Elías supo que su hora había llegado; pero también Eliseo supo que el tiempo de Elías se estaba acabando. También muchos profetas de aquella zona le decían que Elías sería quitado de la tierra. Por eso Eliseo no se quería separar de Elías.

Cuando llegaron al Jordán Elías golpeó con su manto el agua y estas se abrieron y pasaron por ellas en seco. ¡Qué gran poder le había dado Dios a Elías! Al ver esto Eliseo le pidió al maestro que le diera una doble porción del mismo espíritu que tenía Elías. ¡No pedía poco, no!, ¡doble porción del espíritu de poder, de profecía, de sabiduría etc.! Pero Elías le dijo que eso dependía sólo de Dios.

Al poco apareció un carro de fuego tirado por caballos también de fuego que se llevó a Elías cayendo u manto al suelo…

Eliseo gritaba y cuando todo pasó recogió el manto y dijo ¿Dónde está Jehová, el Dios de Elías? y golpeó con el manto el agua, como había visto hacer a Elías. ¿Y qué pasó? ¿Se abrirían las aguas o todo quedaría igual?

¡Si!, se abrieron las aguas y pasó en seco. Eso demostraba que el mismo espíritu que Elías tenía (Dios) lo tenía también Eliseo.

Y desde entonces Eliseo hizo cosas realmente asombrosas. Bueno, Eliseo era sólo el instrumento, porque quien realmente hacía las cosas era Dios.

El Aceite de la viuda

Un día vino una mujer que había estado casada con un profeta y le contó a Eliseo que su marido había dejado deudas y que los acreedores querían llevarse a sus hijos como esclavos para pagar esas deudas.

Eliseo le preguntó-¿Qué tienes en tu casa?- Sólo una vasija con un poco de aceite.- Bien pues pide a tus vecinas muchas vasijas y después en tu casa echa en ellas el aceite de tu vasija en las demás.

La mujer obedeció. Ella, pobre y viuda, sin dinero ni otras riquezas fue pidiendo a las vecinas vasijas vacías. ¿Para qué las querría?- se preguntarían las vecinas, ¿Qué iba a echar en ellas? Pero las vecinas no sabía que la orden venía de un siervo e Dios.

La mujer se encerró en su casa y fue echando aceite en cada una de las vasijas, y ¡todas ellas se llenaron! Vendió el aceite y rescató a sus hijos de la esclavitud, y con lo que le sobró vivió de allí en adelante.

Eliseo y la Sunamita

Cuando Eliseo iba por un pueblo llamado Sumen, una mujer importante le hacía quedar alojado en su casa, en una habitación que había construido para él. Tiempo después supo que ella deseaba tener un hijo, cosa imposible pues su marido era ya muy viejo, y le comunicó que al cabo de un año lo tendría. La sunamita no quería creerlo, pero Eliseo tenía razón. ¡Le nació un hijo!

Al cabo de un tiempo el niño enfermó y murió; pero la sunamita no lo dijo a nadie, ¿Para qué? Sólo había alguien que podía ayudarla: Dios a través del profeta Eliseo.

Preparó unas caballerías y fue a ver a Eliseo rogándole que la acompañara para orar por su hijo. Después de mucho insistir Eliseo la acompañó, oró por su hijo y éste resucitó.

¡Había ocurrido como con Elías cuado resucitó al hijo de la viuda! Dios también daba poder a Eliseo.

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