Eliseo y Naamán


Objetivos

  • Aprender a ser humildes ante Dios.
  • Conocer la necesidad de escuchar a Dios.
  • Escuchar un buen consejo aunque venga de personas sencillas.

Antecedentes

Naamán era un general sirio, por tanto enemigo de Israel. Seguramente había combatido en batallas contra los hebreos pero una vez vencedor él se dedicaba a conducir el ejército del rey de Siria y gracias a él había tenido muchas victorias.

El rey apreciaba mucho a este valeroso general; sólo había una pega: tenía lepra.

La lepra es una enfermedad que en la antigüedad era muy grave. Aunque hoy día tiene curación, en la época bíblica no tenía cura.

Los leprosos permanecían aparte y no se mezclaban con las personas sanas por miedo al contagio.

La situación era aún peor en Israel donde se creía que la lepra era una enfermedad que indicaba maldición. Los leprosos tenían que llevar una campanilla que tocaban cuando veían a alguien y gritaban: ¡impuro! y así la gente se alejaba de ellos. Naamán no parece estar tan mal visto, pero así y todo su aspecto debía ser muy repulsivo.

Pero Dios tenía algo que enseñar a Naamán a través de su enfermedad.

  • A escuchar la voz de las personas que estaban bajo su autoridad.
  • A humillarse ante Dios.
  • A entender que Dios no es un dios de apariencia sino de corazón.

¿Qué quiere decir humillarse ante Dios?

  • Reconocer que somos insignificantes en comparación con la grandeza de Dios.
  • Reconocer que sólo podemos actuar bien con la ayuda de Dios.
  • Reconocer que dependemos de Dios para casi todo.

Lectura bíblica

2ª Reyes 5.

Texto para aprender

Humillaos delante de Dios y El os exaltará (Santiago 4:10)

Historia bíblica

Naamán era un valeroso general. El mandaba a muchos soldados que le obedecían ciegamente. El tenía autoridad sobre sus vidas, pero el era también muy valiente y no dejaba a sus soldados solos en la batalla, por eso le querían y respetaban.

Pero no era feliz ya que la enfermedad de la lepra le iba estropeando la piel, insensibilizando distintas partes de su cuerpo y sufría por ello.

En casa de Naamán vivía una pequeña hebrea que había sido llevada como esclava; esta le dijo a la mujer de Naamán: “Si tu esposo fuera a ver al profeta de Israel sin duda sanaría”

Es fácil que en un principio no hicieran caso de lo que la muchacha decía, pero quizás vieron su buen carácter, su buen comportamiento y cómo ella era fiel a su pueblo y a las creencias de sus mayores.

Por otro lado era la necesidad de Naamán tan grande que decidió intentarlo. El general fue a pedir permiso al rey de Siria para llegar a Israel y éste le dio cartas de presentación para el rey de Israel y dinero y regalos. Y Naamán emprendió el viaje hacia su último recurso con la esperanza puesta en el poder que parecía tener el profeta Eliseo. Había probado todo pero nada le había sanado.

Pronto llegó a ver al rey de Israel y le enseñó las cartas del rey de Siria y los regalos; en las cartas el rey decía que había mandado a Naamán a Israel para que lo sanasen de su enfermedad.

Oído esto el rey se asustó ya que pensó que el rey de Siria quería una excusa para invadir el reino.

Con todo Naamán llegó a casa de Eliseo con su carro, sus criados, sus regalos, sus ricas ropas, su presencia majestuosa. Pero, ¡cual no sería su sorpresa al ver que era recibido por un mensajero quien le mandó a bañarse siete veces en el río Jordán!

Naamán se enfadó; el pensaba que Eliseo saldría a recibirle y que alzando las manos al cielo y a grandes voces pediría que Dios lo sanase. ¿Y qué había pasado? ¡Había mandado a un miserable criado a decirle que se bañara en el Jordán, y no una sino siete veces! ¡Como si no hubiese ríos mejores que el Jordán en Siria!, e indignado se dispuso a marcharse.

Sus criados le convencieron de que aceptara una cosa tan fácil ya que estaba allí y Naamán se sumergió el Jordán, una vez y salió con lepra, dos veces tres veces y salió aún leproso; nada parecía pasar. Finalmente cuando se sumergió la última vez ya estaba limpia.

Lleno de alegría fue a darle las gracias a Eliseo y reconoció que el poder de Dios era muy grande y prometió servirle desde entonces. Finalmente quiso que aceptara regalos, pero Eliseo los rechazó, porque la gracia de Dios es gratuita.

Sin embargo, el criado de Eliseo, Giezi, a escondidas le pidió dinero y ropa y los escondió.

Cuando volvió a ver a Eliseo éste le preguntó por lo que había hecho y el criado mintió. Y Eliseo le dijo que la lepra de Naamán se le pegaría a él y, efectivamente, quedó leproso.

Reflexión

Hay dos tipos de limpieza: una física que nos quita la suciedad externa y otra espiritual que nos limpia por dentro (de nuestros pecados, de nuestra soberbia, de nuestras malas costumbres….). Naamán se limpió espiritualmente porque se sometió a la orden de Dios para su vida y solo entonces Dios pudo sanarle físicamente.

Nosotros, como Naamán necesitamos reconocer que Dios tiene poder absoluto y debemos acudir a El con humildad.

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