Esaú y Jacob


Objetivos

  • Comprender lo perjudicial que es establecer diferencias entre los hijos.
  • Conocer que la relación inadecuada entre dos hermanos trae consigo el desastre a toda la familia.
  • Entender cómo Dios usa todas las circunstancias para atraer a los hombres hacia si.
  • Apreciar cómo sólo el sometimiento a Dios trae restauración a las relaciones rotas.

Antecedentes

Ya vimos como Isaac y Rebeca se habían casado. Isaac era un hombre de espíritu apacible muy apegado a su madre, Sara, ya que había sido un hijo tenido en la vejez de sus padres.

Rebeca, sin embargo, era una muchacha muy decidida y que no parecía importarle los riesgos; no olvidemos que ella había aceptado irse, sin ningún problema, con el anciano sirviente en busca de un esposo que se encontraba muy lejos de su zona habitual de vida, y al cual tampoco conocía.

De ese matrimonio nacieron dos gemelos: Esau, el primogénito y heredero de gran parte de los bienes del padre, y sobre todo cabeza de la familia, y Jacob, nacido casi al mismo tiempo, pero que como hijo segundo debía servidumbre a su hermano mayor.

Todo hace pensar que Isaac prefería a Esaú, hombre fuerte, decidido y valiente, mientras que Rebeca prefería a Jacob, muchacho más tranquilo y muy astuto.

En algunos lugares de España existió durante muchos siglos la misma costumbre de que heredara sólo el hijo mayor; el motivo era para que las haciendas no se partieran, pero esto traía mucha injusticia a los demás hijos.

Jesús estableció que todos los hombres son iguales.

Lectura bíblica

Génesis 27, 28:1-9

Texto para aprender: Porque Dios no hace acepción de personas. (Colosenses 3:25) “Dios no hace diferencia entre las personas”.

Historia

Isaac era un hombre apacible; no le gustaban las discusiones y prefería perder de sus derechos que pelear. De hecho su padre Abraham había abierto pozos en el desierto para que pastasen sus ovejas; con el tiempo se habían llenado de arena e Isaac los mandó abrir; pero cada vez que recuperaban un pozo los pastores ajenos se lo disputaban. Isaac, para evitar contiendas, se los cedía y acudía a otro pozo para abrirlo de nuevo.

Esaú y Jacob habían crecido y ya eran hombres y se dedicaban a trabajar para la casa. A Esaú le gustaba más la caza por lo que estaba a menudo en el monte; era un hombre fuerte y muy, muy velludo. Isaac lo admiraba porque era muy valiente y atrevido, cosa que el propio Isaac no era. Jacob, sin embargo le gustaba más el pastoreo y estar cerca de las tiendas de las mujeres, cerca de su madre, por lo que esta le prefería a su hijo otro hijo Esau.

Un día Esau, que llegaba hambriento, olió el guiso que estaba haciendo Jacob, lentejas estofadas, y sintió tal hambre que le pidió de comer. Jacob en vez de invitarle simplemente, le pidió algo a cambio y Esaú le vendió a su hermano la primogenitura por un plato de lentejas. Seguramente no pensó las consecuencias de ese trato aparentemente inocente, pero demostró que no tomaba muy en serio las ventajas de la primogenitura la cual le daba unos derechos de herencia muy importantes.

Pasaron años. Isaac se había acercado a su vejez. Un día llamó a Esaú y le mandó que cazara y cocinara para él un animal y después de esto le bendeciría como primogénito.

Pero Rebeca oyó la conversación y rápidamente urdió un plan para engañar a Isaac y que éste diera la bendición que correspondía al primogénito a Esau. Y así cocinó ella un cabrito como le gustaba a su marido; le puso a Jacob una piel de animal, porque Esau era muy velludo y le mandó a engañar a su padre.

Isaac tuvo algunas dudas porque la voz le parecía la de Jacob pero al tocarle apreciaba que era velludo (gracias a la piel de oveja que su madre le había puesto), aunque con dudas por la voz de Jacob, al tocarle pensó que era Esau y le dio deseada bendición.

Al llegar Esau y darse cuenta del engaño prometió matar a Jacob y éste tuvo que huir para no enfrentarse con su hermano.

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