Objetivos
- Comprender la necesidad de restaurar las relaciones rotas.
- Entender que pedir perdón es un acto de valentía no de debilidad.
- Saber que una sana relación con los demás facilita la buena relación con Dios.
Antecedentes
Como vimos Jacob se había portado mal con su hermano; instigado por su madre Rebeca le había robado los derechos que como primogénito tenía y también había engañado a su padre. Como consecuencia Esaú había prometido matarle.
Jacob tuvo que huir y tuvo experiencias duras, salió de la protección familiar y se tuvo que enfrentar solo al mundo.
Después de haberse casado y haber sido engañado y explotado por su tío Labán, padre de sus mujeres, consiguió, después de más de 20 años, hacerse con una buena fortuna en ganado. Y hubo disputas y envidias con los hijos de Labán.
Jacob tuvo un sueño el cual volvió a recibir la promesa de protección que Dios le había hecho por vez primera en Betel y el compromiso de servicio que el mismo Jacob había hecho a Dios. Así mismo Dios le ordenaba volver a la casa de sus mayores. Y finalmente decidió regresar. Ya sus padres habían muerto y sólo quedaba su hermano Esaú. Los temores le atenazaban.
Reflexión
Las malas relaciones tienen siempre consecuencias negativas en la vida del ofendido y en la del ofensor; por ello es necesario restaurarlas cuanto antes ya que en caso contrario cada vez es más difícil. El ofensor debe pedir perdón y los dos han de perdonar.
Lectura Bíblica
Génesis 31:17-55; 32: 1-32; 33
Texto para aprender: «Y cuando estéis orando perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas». Marcos 11:25
Historia bíblica
Cuando Jacob escuchó la voz de Dios, y decidió volver a la tierra de su padre Canaan, se lo comunicó a sus mujeres. Ambas reconocieron lo mal que se había portado su padre Labán y estuvieron de acuerdo con la decisión de Jacob.
Pero Jacob no se despidió ni de Labán y se marchó de manera furtiva. Cuando éste se enteró les persiguió, pero Dios mismo le advirtió que no se peleara con Jacob.
Cuando finalmente se encontraron, Labán le reprochó haber huido sin darle oportunidad de despedirse de sus hijas y nietos y, además de haberle robado sus ídolos. Por su parte Jacob le dijo que había tenido miedo de él al marcharse; por otro lado le aseguró que aquel en quien se encontrara los ídolos podía se muerto.
Buscaron los ídolos y al llegar a la tienda de Raquel ésta se hizo la enferma y no entraron. Efectivamente ella había robado los ídolos de su padre. ¿Por qué? Probablemente Raquel tenía todavía mucho de la educación familiar, muy dada al engaño, y no se había separado de sus supersticiones.
Jacob se enfadó y recordó a Labán lo mal que éste se había portado con él engañándole con sus hijas, con los ganados, cambiándole el salario mil veces haciéndole pasar calor en verano y frío en invierno y trabajar sin descanso.
Entonces Labán bendijo a toda la familia y se separaron.
Cuando se acercaba al lugar donde estaba su hermano, Jacob mandó mensajeros; Esau salió a su encuentro con 400 hombres y Jacob tuvo gran temor pues pensó que venía a pelear con él, así que envió muchos presentes para apaciguar la ira de su hermano; también tomó la precaución de dividir en dos grupos sus bienes y sus siervos para que, si era atacados, algunos pudiesen huir. Y el se acostó.
Tuvo un sueño terrible; en éste luchaba intensamente con un varón quien quería marcharse y dejar la pelea, pero Jacob le retuvo para que le bendijera. Pensó que necesitaba la bendición de aquel ser espiritual y luchó y luchó hasta conseguirla y, rayando el alba, el varón le bendijo y le cambió el nombre de Jacob por Israel que significa (Príncipe de Dios) porque había vencido a Dios y a los hombres. Pero en la lucha se descoyuntó una pierna y quedó cojo.
A la mañana siguiente se encontraron los dos hermanos y Jacob puso delante de él a las mujeres y los niños por el temor del encuentro; pero Esaú le abrazó y ambos lloraron.
Jacob, muy humilde les presentó a sus mujeres e hijos y le pidió que aceptara los presentes que había traído para él. Y Esaú, generoso, le perdonó. Jacob, en agradecimiento, levantó un altar a Dios y lo llamó: El Dios de Israel.
Jacob tuvo que sufrir un largo proceso de sufrimiento para reconocer su pecado con su hermano Esaú. Y Esau demostró que tenía un corazón de misericordia al perdonar totalmente a su hermano.
Y Dios protegió a Jacob porque había prometido a Abraham y a Isaac, a sus antepasados, que bendeciría a su simiente. Y Dios cumple siempre sus promesas.
Tenemos promesas en la palabra de Dios que El siempre cumplirá.