Juan el Bautista, el mensajero


Objetivos

  • Conocer la importancia de ser un mensajero.
  • Entender que somos mensajeros de Cristo.
  • Conocer las cualidades de un mensajero.

Antecedentes

Cuando un rey o un gobernante de un país va de visita oficial a cualquier lugar, le espera un coche a la puerta; delante de él y detrás van motoristas u otros coches que velan por su seguridad; además, alguien se ha adelantado para anunciar la llegada del gobernante al lugar donde le esperan para que sea bien recibido.

Ahora las carreteras son buenas y el mensajero no tiene que cuidar del asfalto para que el rey o gobernate llegue bien; pero no siempre fue así. En la antigüedad los reyes viajaban en carros y los caminos eran muy malos: había árboles caídos o piedras que dificultaban el viaje.

Frecuentes agujeros, debido a las lluvias, hacía que rodar por esos caminos fuera muy difícil.

Los mensajeros se encargaban de quitar los árboles, o mandar quitarlos, rellenar los agujeros para que el rey tuviera allanado el camino y anunciar que éste estaba llegando, para que todos estuvieran preparados, salieran a recibirle y le dieran honores. Y así a nadie le sorprendía la llegada del Rey.

Reflexión

Todo Señor anuncia su visita previamente para ser bien recibido y no encontrar a la gente desprevenida o en otros lugares.

Lectura bíblica

Juan 1:19-34

Texto para aprender

Isaías 40: 3-5 Voz que clama en el desierto: Preparad camino a Dios; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios… Y lo torcido se enderece y lo áspero se allane.

Historia

Juan el Bautista era primo de Jesús. Había nacido unos meses antes gracias a la intervención milagrosa de Dios, que le concedió a sus padres Zacarías y Elisabeth, el poder tener hijos cuando ya eran mayores.

Juán se consagró al Dios y se convirtió en un “nazareo”, un hombre dedicado a Dios; estos tenían unos preceptos que cumplir como no beber vino o no cortarse el cabello, tenían que vestir de manera modesta y ser sobrios en sus costumbres. Este hombre fue el encargado de consagrar a Dios, el elegido por Él para que fuera su heraldo, su mensajero.

Juan no iba vestido de oro y plata como los mensajeros de un rey terrenal sino que vestía con una túnica larga de tela fuerte; llevaba sandalias y un cinturón que recogía la túnica. Juan iba predicando el arrepentimiento al pueblo para que cuando viniera el Señor los encontrara preparados y limpios, y les animaba a bautizarse como muestra de limpieza y arrepentimiento. Los sacerdotes le preguntaron que si él era el Mesías, a lo que Juan dijo que “no soy digno de desatar su calzado”.

Y Jesús vino a El y Juan le bautizó. Entonces Juan dijo: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, a El oíd”.

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